La influencia del clima en estas situaciones es notable, y está fundamentalmente asociada a la disponibilidad de agua, para producir drenajes, en muchas ocasiones de carácter ácido. En general, el clima juega un papel importante en todos los aspectos de la remediación, muestreo, monitoreo, predicción de la calidad del agua, prevención del drenaje ácido, mitigación del impacto ambiental y modelización geoquímica e hidrológica (McLemore, 2008). Así, las aguas de mina y/o lixiviados producidos por el drenaje de depósitos de sulfuros en climas áridos suelen tener un menor pH y un mayor contenido metálico que los producidos en climas húmedos, y por el contrario, suele haber una mayor capacidad de atenuación de la contaminación a causa de los ambientes alcalinos superficiales y de la formación de costras calcáreas en suelos y sedimentos.

Tratamiento de suelos contaminados

En las áreas mineras abandonadas, las tecnologías de remediación difícilmente pueden ser las medidas habitualmente empleadas en minas activas, como son las tecnologías activas de tratamiento de drenajes mineros (Younger et al., 2002), o las tecnologías clásicas de remediación de suelos, debiéndose contemplar las dimensiones de cada situación y, ocasionalmente, la necesidad de largos periodos de tratamiento. Por ello, se suelen emplear medidas de “remediación” que tienden a favorecer los procesos naturales de atenuación de la contaminación, u otras técnicas “pasivas” especialmente las de bajo coste económico. Dentro de estas últimas destaca el empleo de materiales reactivos o de inmovilización/inactivación de los metales en el suelo y las barreras reactivas permeables (PRB) para las aguas subterráneas, basadas en el empleo de substancias de carácter reactivo como biosólidos, hidróxidos, etc. (EPA, 1998; Ludwig et al., 2002; Bolzicco et al., 2001; Blowes et al, 2000; McGovern et al., 2002; Naft et al., 2002; Navarro et al., 2001, 2002, 2003, 2006; Navarro, 2005; Vidic et al, 1996).

En cualquier caso, la remediación de los suelos puede implicar diversas técnicas y debe velar por:

  1. 1)  Reducir la concentración de metales biodisponibles en suelos y/o residuos.
  2. 2)  Aislar los contaminantes para prevenir su interacción con el medio.
  3. 3)  Impedir la dispersión de los contaminantes.

En el caso de los suelos contaminados con metales, además, es preciso considerar su especiación, concentraciones en los suelos e influencia en la movilidad de los metales de otros factores como pH, condiciones de oxidación-reducción, materia orgánica disuelta (DOM), granulometría, actividad microbiana y biodisponibilidad. Las llamadas técnicas de inmovilización “in situ”, constituyen una alternativa a las tecnologías convencionales de “remediación” y pueden ser de gran interés para el caso de áreas mineras abandonadas.

Dentro de las tecnologías de inmovilización “in situ”, se han empleado con profusión las basadas en la neutralización, y gracias al empleo de cal, carbonato cálcico, dolomita y subproductos industriales de carácter alcalino como cenizas de diferentes combustiones, óxido de magnesio e hidróxidos (Environmental Agency, 2004; Dybowska et al., 2006; Navarro et al., 2006). En relación con suelos contaminados con Pb se han empleado con éxito materiales como el cemento Portland, obteniéndose elevadas eficiencias en la inmovilización de dicho metal (Aspaslan et al., 2001; Thevenin y Pera, 1999; Yukselen y Alpaslan, 2001; Park, 1999; De Angelis et al., 2002).

T ambién se han empleado con distintos resultados diversos compuestos que contienen fosfatos o fósforo (Basta et al., 2001; Miretzky y Fernández-Cirelli, 2008). Entre ellos destacan, en relación con la eliminación de Pb, los que emplean formas solubles del fósforo, fundamentalmente ácido fosfórico (Yang y Mosby, 2006; Melamed et al., 2003; Yang et al., 2001, 2002; Cao et al., 2009).

fuente: Conama10

Categorías: Minería

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